El 10 de enero en la basílica de San Bartolomé en la Isla, Roma, tuvo lugar una vigilia de oración por la monja estadounidense asesinada por su lucha por los derechos de los pueblos indígenas y contra la deforestación en Brasil. «En ella – afirmó la teóloga Laurie Johnston – la misión cristiana iba más allá de la espiritualidad personal para incluir un compromiso con los olvidados, con las víctimas de la degradación medioambiental y de las desigualdades sociales»