Francisco envía una carta denunciando el conflicto, pero sobre todo de cercanía a todos los creyentes que sufren por la guerra: “La mecha del odio que estalló hace un año no se ha apagado. Es vergonzosa la incapacidad de la comunidad internacional y de los países más poderosos para silenciar las armas y poner fin a la tragedia de la guerra”. El Pontífice se dice cercano a las madres, a los niños, a los desplazados y a la población de Gaza, animando a todos a ser “testigos de la fuerza de la paz”