El Santo Padre dirige una Carta a los candidatos al sacerdocio, pero también a los agentes de pastoral y a todos los cristianos, para subrayar la “importancia de la lectura de novelas y poemas en el camino de maduración personal”, porque los libros abren nuevos espacios interiores, enriquecen, ayudan a afrontar la vida y comprender a los demás. Las obras literarias son una especie de “campo de entrenamiento para el discernimiento”.