El jefe de la Iglesia greco-católica repasa los mil días de conflicto en su país: «Tras la conmoción inicial, comenzó un reinicio. Todo estaba destruido, todo había que renovarlo». El arzobispo mayor pide que no se deje sola a Ucrania ni se la considere «un problema»: en nuestra resistencia está la solución a tantas injusticias del mundo actual